Trump está dispuesto a tomar medidas para reducir el número de tiroteos que hay en las instituciones educativas de Estados Unidos, y lo quiere hacer poniendo sobre la mesa todo lo que está mal en la sociedad actual. Aunque, quizás, que haya puesto su mirada primeramente en la industria de los videojuegos no sea lo más oportuno. Es un problema bastante grande el que tiene entre manos EE. UU. debido, curiosamente, a su propia Constitución.

El país se creó en uno de los momentos más convulsos de la historia de la humanidad, donde las grandes potencias europeas controlaban grandes imperios a lo largo y ancho de todo el planeta pero ignoraban al ciudadano de a pie de las colonias. Tras la revolución americana se introdujo en la Constitución fundacional de los EE. UU. el derecho de todos los ciudadanos a portar armas como medio de dotarles de la forma de defenderse de los desmadres del Gobierno, presente o futuro. Por las armas es exactamente como consiguieron los estadounidenses la independencia de Gran Bretaña debido al ninguneo de sus ciudadanos americanos.

Pero más de 200 años después del derecho a portar armas y con un creciente control gubernamental del ciudadano, tocar este derecho es algo impensable en los EE. UU., o las milicias paramilitares que hay allí se liarían la manta a la cabeza y armas en mano empezarían una segunda guerra civil. Por ello, la Casa Blanca ha puesto su mirada en otra parte, manteniendo una reunión con los representantes de la industria del videojuego de EE. UU., y la reunión empezó con el siguiente vídeo.

Vídeo

La violencia en la actualidad de los videojuegos es bastante elevada y superrealista —y esto no lo puede negar nadie, y pocas veces digo absolutos—, pero también lo es en todos los demás ámbitos. Cualquier cinéfilo que se precie de serlo es consciente de que en las películas de hoy en día la cantidad de sangre que aparece en pantalla ha aumentado exponencialmente. Con tantas películas de zombis, de acción alocada, o simplemente de suspense con alguna muerte entre medias, la sangre, las vísceras y los trozos de cerebro salpican a la cámara. Personalmente me resulta un recurso burdo y que pretende muchas veces tapar carencias de los guiones, porque hace 20 años no se necesitaba tanta sangre para hacer una buena película de acción.

Pero el tema es más bien que la audiencia ha madurado a base de estar expuesta a cada vez más violencia, sangre y vísceras, lo que ha llevado a normalizar situaciones que no deberían ser normales. Un claro ejemplo de lo mal que está la sociedad es que el youtubero Paul Logan se partiera de risa al encontrarse un cadáver en el bosque de los suicidios de Japón y no tuviera mayor problema en publicarlo en YouTube. Y no solo Paul Logan, sino todos los millones de espectadores que no vieron ningún problema en que publicara el vídeo y que se estuviera riendo de la situación junto a sus amigos.

Con esto lo que quiero decir es que hay muchas cosas que están mal en la sociedad actual simplemente por querer hacer dinero rápido, y no es exclusivo de la industria de los videojuegos. El sexo y la violencia son de fácil acceso gracias a internet, pero el problema de raíz es más bien de educación y de atención de los padres hacia los hijos. Cada vez que veo a un padre que le suelta un teléfono o una tableta a un bebé para que se calle en vez de prestarle atención mientras sigue tomándose su cerveza en el bar a las 2:00 de la madrugada cuando el bebé lo único que quiere es dormir tranquilo en casa sin el ruido de un bar de fondo, me sube de los intestinos un odio visceral hacia la sociedad moderna.

En EE. UU. la violencia en los videojuegos está englobada en el derecho constitucional a la libertad de expresión y por tanto Trump y su administración no pueden tomar medidas de veto en este terreno. Pero sí puede obligar a las agencias autorreguladoras de los videojuegos a tomar medidas para hacer más claro qué juegos son violentos, qué tipo de violencia muestran, o pedir que el nivel de violencia sea configurable de alguna forma. Aunque como han comentado varios senadores después de la reunión con Trump y la ESA (Asociación del Software de Entretenimiento), habría que regular la industria audiovisual en su conjunto y no solo los videojuegos.

En la Unión Europea no estamos exentos de nuestra buena dosis de tiroteos en sitios públicos y otras lindezas, dejando a un lado a los grupos terroristas. Cuando no es un noruego loco que mata a todo el que pilla en una isla, es un viejo alemán demente que se dedica a envenenar comida de bebés, o un español que mata a una pareja de excursionistas en mitad de la nada. Locos hay en todas partes. Pero lo que nos diferencia a Europa de EE. UU. es que los locos no pueden comprar armas semiautomáticas en el supermercado, junto con un paquete de pañales y una botella de zumo de naranja. De otra forma, en la Unión Europea seguramente habría el mismo nivel de muertos por tiroteos que en EE. UU. Un problema a parte sería si realmente reducir el grado de exposición a la violencia reduciría los problemas de violencia que hay en la sociedad moderna con, por ejemplo, un aumento desmedido de las agresiones entre adolescentes —curiosamente, sobre todo machistas, lo cual es más preocupante— en los últimos años en España.

Por eso la solución en EE. UU. es compleja. Muchos dirán «pues prohibid las armas», pero como he dicho, la fundación de EE. UU. se hizo sobre sangre y armas, y eso está muy arraigado en su cultura. Aunque los habitantes de las costas crean que son el ombligo de los EE. UU., quienes han puesto a Trump a la cabeza del Estado han sido los paletos de las ciudades y pueblos del interior, que conviven a diario con las armas. Teniendo en cuenta los cientos de millones de armas que hay en manos de los ciudadanos, pocos tiroteos hay. Que algún presidente estadounidense les venga a decir que les quiere quitar el derecho a portar armas —y léase también «el derecho a defenderse del Gobierno»— sería la mejor forma de no salir jamás elegido.

Donald Trump está jugando a los malabares con este tema, como lo está jugando con otros. Personalmente creo que Trump es un hombre superinteligente que prefiere que le tomen por tonto que demostrar que es mucho más listo que sus oponentes. Con los tantos que se está marcando poco a poco, está redoblando apoyos entre los paletos de EE. UU., y apuntar a los videojuegos como causa de la violencia es una táctica electoral más. Pero sin atajar la violencia y el resto de cosas que huelen a podrido en la sociedad, no va a conseguir solucionar nada con ello, solo obtener votos, que es lo que quiere.

Vía: Ars Technica.