El auge de las criptodivisas está recibiendo una lenta regularización por parte de los países, aunque hay cada vez más que están poniendo coto a las mememonedas. Son aquellas criptodivisas que no tienen un objetivo claro y que muchas veces son creadas en plan de broma, aunque de vez en cuando reciben el interés de especuladores de la talla de Elon Musk y se convierten en populares. Pero, en el fondo, siguen sin tener un objetivo claro. Tailandia es el último país en prohibir las mememonedas.

El país asiático también ha tomado cartas en el asunto de los NFT (vale no fungible, del inglés non-fungible token) y que hacen referencia a firmas digitales de autenticidad basadas en cadena de bloques usadas para demostrar la autenticidad de algún otro producto digital. Por ejemplo, permite a artistas crear obras digitales, vender por ejemplo solo una copia como NFT, y es ese sello digital al final lo que está comprando que demuestra la autenticidad de su obra.

Hay autores que están creando obras físicas y luego un certificado digital único sobre la obra física, pero que no te da la propiedad de la obra física, solo que tienes un certificado digital único que nadie más tiene en el mundo digital. El ejemplo reciente más sonado son los 2.9 millones de dólares por un NFT sobre el primer tuit de Twitter, perteneciente a Jack Dorsey. Donó el dinero a beneficiencia, pero algún idiota ha pagado 2.9 M$ por un certificado digital de propiedad sobre una cosa digital como es un tuit.

Es totalmente estúpido, pero está en auge y Tailandia ha vetado los NFT, y el resto de países deberían hacer lo mismo. No entro a valorar los supuestos costes para el medioambiente que tienen los NFT porque suelen quejarse gente que usa el móvil, Netflix, coge su coche eléctrico, pone lavadoras, secadoras, usa luz eléctrica, ven YouTube, juegan en su PS5 o con su RTX 3090 de 350 vatios a diario. El coste en CO2 de un NFT es mucho menor que el resto de cosas que hacen a lo largo de cinco minutos de mirar tuits y vídeos de YouTube.

Vía: EnGadget.