En los últimos meses Intel ha redoblado esfuerzos para que en los años venideros se pueda volver a cumplir con la ley de Moore, por la cual el nivel de integración al que se fabrican los chips se reduce, duplicando sobre el papel el número de transistores que incluyen.

Siguiendo la línea de lo dicho por la compañía en enero, los procesadores a 10 nm llegarán en la segunda mitad de 2017 con el nombre de Cannonlake. Este año habrá una nueva generación a 14 nm denominada Kaby Lake, y tras ello Intel espera recuperar la cadencia de cambiar de nodo de fabricación cada dos años en cuanto llegue la tecnología de los 7 nm.

Quizás Intel esté acelerando por el hecho de que Samsung y TSMC actualmente están a punto de producir los primeros chips a 10 nm, y que AMD está despertando de un larguísimo letargo, aunque todavía le queda hasta final de año para desperezarse con la generación de procesador Zen de sobremesa.

Para dar el salto a los 7 nm en 2019, Intel utilizaría la litografía del ultravioleta extremo (EUV, por sus siglas en inglés) o nanolitografía, en el que se utilizan longitudes de onda muy cortas, inferiores a los 13,5 nm para hacer el recorte de los transistores de las obleas en las que se fabrican. Pero crear las herramientas, fábricas y procesos para mantener la ley de Moore le costará a Intel 270.000 millones de dólares repartidos en diez años.

Vía: PC World.