No tengo claro cómo está afectando realmente la criptomoneda llamada chía a la disponibilidad y precios del almacenamiento. Creo que al final ha afectado menos de lo esperado gracias al bajón y estancamiento del sector de las criptomonedas en general. Pero aun así, el protocolo que da cobertura a esa criptomoneda, llamado Chia, ha sido actualizado para permitir los fondos de minería, o más bien fondos de cosecha, porque la chía no se mina, se cosecha. Para acceder a los fondos de minería/cosecha se requiere de actualizar el programa de la cadena de bloques de Chia a la versión 1.2.0.

El creador de Chia considera que se cosechan por parecer más verde, y en parte tiene razón, dependiendo la escala que se mire. Obtener una chía, una simple unidad de la moneda, consume muchísimo menos que un bitcóin o un éter porque se utiliza almacenamiento en lugar de tarjetas gráficas, procesadores o chips tipo ASIC/FPGA. Pero por el menor tamaño del almacenamiento se podría incluir muchísimas más unidades en un equipo y al final su consumo total tampoco estaría tan lejos del de una tarjeta gráfica.

Sea como sea, la creación de los fondos de cosecha es necesaria para el futuro de la criptodivisa porque la rentabilidad está a la baja. Cosechar una chía es cada vez más difícil y se tarda más tiempo, por lo que poner en un fondo común la potencia de procesamiento de múltiples granjeros permite obtener beneficios económicos menores pero más constantes. Cosechar solo supone que se pueden tardar horas, días o meses en conseguir una chía. Pero los fondos de minería se quedan con una comisión, por lo que se contrapone la obtención de réditos en periodos cortos a obtener más beneficios a más largo plazo. Generalmente inscribirse en un fondo es ventajoso.

La red de Chia tiene una capacidad de almacenamiento de en torno a los 30 exabytes desde los 100 petabytes del día de su lanzamiento. El precio de cada chía tuvo un pico de más de 1600 dólares, pero actualmente está por debajo de los 300 dólares.

Vía: Tom's Hardware.