La guerra comercial entre China y EE. UU. está afectando a las empresas de ambos países, pero la que va a recibir el golpe más duro es Huawei, que ha visto cómo ha sido vetada de operar con empresas estadounidenses. Eso incluye Google con lo que no puede darle asistencia con Android, y otras como ARM que no pueden seguir licenciándole su tecnología para crear proceasdores por usar algunas tecnologías estadounidenses, entre otras.

China ha intentado contraatacar dejando caer que podría vetar la exportación de las tierras raras, o metales que son de más difícil obtención. No raras porque sean escasas en la corteza terrestre, sino porque suelen encontrarse mezcladas con otros elementos y por tanto su concentración es menor y su obtención como elementos puros requiere de procesos costosos y bastante contaminantes a través del uso de ácidos y otros procesos químicos.

Pero hasta 1990 la mayor productora de tierras raras del mundo era EE. UU., momento en el que cedió el testigo a China para abaratar costes de producción y que fuera la que recibiera los perjuicios del procesamiento de las tierras raras. EE. UU. aún mantienen instalaciones de extracción de tierras raras pero no de su procesamiento, y desde enero, cuando la amenaza china empezó a revolotear en las noticias, se empezaron a extraer de nuevo en el país, y ya extrae la décima parte de la producción mundial.

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Por tanto, la amenaza china solo perjudicaría a China, que dejaría de ingresar dinero por la venta de las tierras raras a EE. UU., porque el país norteamericano solo se vería probablemente perjudicado a corto plazo. Se estima que en seis meses podría tener un volumen de producción y procesamiento suficiente para cubrir la demanda mundial, aunque probablemente a un alto coste debido a las leyes medioambientales estadounidenses que haría su procesamiento especialmente caro.

Hay otros países en los que se podrían extraer, como Canadá o Australia, con mayor o menor dificultad de procesamiento, por lo que la amenaza de China es de bajo calado y poco probable en última instancia. China vetó en 2010 la exportación de tierras raras a Japón, y en un informe de 2014 de las consecuencias de este veto se estableció que el impacto en la industria japonesa fue mínimo. Los fabricantes encontraron formas de usar menos tierras raras para la producción de sus dispositivos, y la producción en otras partes del mundo aumentó para cubrir la demanda japonesa.

El tira y afloja comercial que mantienen China y EE. UU. es el resultado de que China sigue sin dejar que cualquier empresa se asiente en su territorio si no se asocia con una empresa autóctona y pide los permisos gubernamentales. Algunas industrias, como la bancaria, directamente tiene prohibida operar en territorio chino, y empresas importantes como Google no pueden operar en el país porque no desean pasar por la censura que marca el gobierno socialista chino que sigue privando a sus ciudadanos de derechos fundamentales. Al final China ha topado con un Donald Trump que no está rehuyendo el combate, aunque quizás no haya sido el mejor momento para hacerlo. Y las consecuencias de esta guerra comercial son inciertas.

Vía: The Verge.