En la última década ha sido realmente frecuente las acusaciones de EE. UU. a China por el robo de tecnología y ciberataques contra sus empresas, pero desde que Donald Trump es el presidente del país se han pasado de las palabras a los hechos. El Departamento de Justicia del país norteamericano ha imputado a la directora financiera de Huawei, Meng Wanzhou, por robo de tecnología después de que fuera detenida hace unas semanas en Canadá siguiendo una orden de arresto solicitada por los EE. UU.

De esta forma se inicia un proceso judicial en el que, como ejecutiva de Huawei, los cargos se extienden a la compañía ya que habría actuado en su nombre. La tecnología que habría al menos intentado robar la directora financiera se remonta a 2012 y serían piezas de un robot de pruebas para teléfonos de los laboratorios de T-Mobile, a la vez que habrían tomado fotografías, medidas y otra información del robot. También se ha acusado a la compañía por saltarse el embargo comercial a Irán de dispositivos electrónicos que hagan uso de tecnología estadounidense.

El problema de fondo es que China, como régimen comunista que sigue siendo, mantiene el control de las empresas del país, directa o indirectamente. En el caso de Huawei, su fundador y la cúpula ejecutiva tienen estrechos lazos con el Partido Comunista que gobierna el país desde hace más de setenta años. Por tanto, Estados Unidos ve las operaciones de las empresas chinas sobre suelo estadounidense como potenciales caballos de Troya, y los equipos de Huawei o ZTE como herramientas de espionaje del Gobierno chino.

Sea como sea, China ha realizado un comunicado indicando que EE. UU. está llevando a cabo una campaña injustificada en contra de las empresas chinas para dañar sus operaciones llevadas a cabo de manera justa. El canciller chino ha indicado que «urgimos a Estados Unidos a parar esta campaña contra las compañías chinas, incluida Huawei. [...] Pekín realizará una defensa férrea de sus compañías».

Vía: AnandTech.