El año pasado escribí acerca de Territorio Lovecraft, una serie que disfruté ya que me recordaba a mis partidas de rol de La llamada de Cthulhu. Sin embargo, muchos lectores estaban en desacuerdo con mi recomendación, y uno de los motivos era que las referencias al universo de Lovecraft eran bastante someras y muy libres. Reconozco que tras leer los comentarios tuve que darles la razón en este aspecto. Es un error que es difícil de repetir con la serie que me ocupa hoy, Treinta monedas, ya que toma como referencia el producto que más veces se ha interpretado libremente en la historia de la humanidad: la religión cristiana.

Por cierto, podéis leer con tranquilidad las siguientes líneas porque, salvo una ligera introducción a la trama para contextualizar mis palabras, no destriparé nada para que cuando accedáis a todo lo que la serie os va a desvelar lo hagáis de forma virginal.

El sufrimiento de Cristo

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Ni el nombre de la serie ni su entradilla ocultan cuál es el elemento sobre el que giran todos los eventos de la serie, las treinta piezas de plata que los sumos sacerdotes pagaron a Judas por traicionar a Jesucristo la noche de la última cena. La versión oficial reza que, tras arrepentirse de su traición y antes de ahorcarse, Judas devolvió el dinero a los sacerdotes con el que compraron el acéldama, que significa 'campo de sangre' por la tierra roja que se extraía de él. Sin embargo Álex de la Iglesia, el director de la serie, y Jorge Guerricaechevarría, su guionista, quisieron darle a estas monedas un destino diferente, convirtiéndolas en una reliquia muy buscada por ciertos personajes.

Una de esas monedas aparece en Pedraza, localidad real española situada en Segovia y que servirá de marco perfecto para la historia por motivos que explicaré más adelante, de mano del padre Vergara, un cura peculiar muy al estilo de Álex de la Iglesia interpretado por Eduard Fernández, el cual tendrá que lidiar con una serie de extraños sucesos en los que se verán envueltos todos lo habitantes del pueblo, sobre todo el alcalde (Miguel Ángel Silvestre) y la veterinaria (Megan Montaner).

Este es el caldo de cultivo de una historia que comienza desarrollando sus capítulos como si de una serie procedimental se tratara, con la moneda como Macguffin, casi como si de una serie con «el misterio de la semana» se tratara. Pero capítulo tras capítulo la moneda irá cobrando importancia hasta que esta adquiere una línea argumental continuada en su tramo final, a partir del sexto episodio, hasta llegar al último episodio que me ha sabido a gloria y a desilusión un poco a partes iguales, por motivos que no desvelaré para no reventar la trama.

Preparando el aquelarre

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Al igual que hice con Territorio Lovecraft me ha sido imposible no ver una partida de rol en cada episodio de esta serie, y esta vez no son imaginaciones mías, sino que el propio Alex de la Iglesia, confeso jugador de rol, lo ha comentado en varias entrevistas. La serie está pensada y organizada como si de una partida de rol se tratara, siendo cada episodio como un módulo y unidos todos ellos con una trama más general. De hecho las referencias a La llamada de Cthulhu son más que evidentes. Una de ellas, al principio del último capítulo, es casi más que evidente. Sin embargo, en vez de tomar el imaginario de Lovecraft como referencia utiliza el cristianismo y sus caras más oscuras relacionadas con el anticristo como tema, por lo que más bien estaríamos en una partida de nuestro querido juego patrio Aquelarre.

De hecho el propio pueblo de Pedraza y sus habitantes no hacen más que reforzar esta teoría. La arquitectura medieval del pueblo y la variedad de sus gentes, que van desde jóvenes de la generación Z hasta personajes sacados de la España más profunda y rural, son unos ingredientes perfectos para contar una historia de superstición y magia, que en ciertos momentos toca palos como son el terror y el gore, sobre todo este último. Pero sin llegar a considerarla ninguna de esos dos géneros, a pesar de sus innumerables referencias a otras películas de terror.

Pero la mitología cristiana no termina aquí. La historia llevará al espectador a otros puntos del planeta para reforzarla, siendo Roma y el Vaticano algunas de las más importantes para la trama. Tomará mitos como el contenido del archivo secreto de la biblioteca vaticana para reforzar toda la mitología que se crea y desarrolla en la serie. Para mi gusto nunca llega a culminar el uso de estos recursos que muestra, quedando muchos de ellos simplemente como formas de impresionar puntualmente al espectador.

Ángeles y demonios

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Del trío protagonista, y con las actuaciones de Miguel Ángel y Megan a la altura de las circunstancias, es el Padre Vergara el que se queda con todo el protagonismo de la serie. Como he dicho antes, Vergara es un cura muy alejado de lo que pueda venir a la mente cuando se piensa en el típico sacerdote, ya que tiene un pasado oscuro y de armas tomar. De hecho esto será lo más llamativo del personaje y a la vez su peor parte, porque Vergara muchas veces parece dispuesto a lo que sea para conseguir lo que quiere o salvar la situación. Sin embargo, otras veces te preguntas por qué no hace esto o lo otro para poder salir airoso de una situación, algo que achaco a exigencias del guion para que la trama se pueda seguir desarrollando.

Esto último de hecho es uno de los dos puntos negros que tiene la serie. Si muchas otras producciones pecan de abusar del deus ex machina, aquí diría que sucede lo contrario. Hay unas cuantas situaciones que se podrían solucionar de forma más rápida pero los protagonistas deciden tomar otro camino contrario a la lógica solamente para que el guion pueda seguir su camino, como si el malvado de turno le contase su malvado plan al protagonista el tiempo justo para que le dé tiempo a liberarse. Es algo que siempre me ha parecido terrible ya que dicha lógica debería formar parte del guion.

El otro punto negro son sus efectos por ordenador. Desconozco si ha sido por temas de presupuesto pero muchos de ellos cantan demasiado. Los cromas son muy evidentes en ciertas escenas, lo cual ha hecho que arquee la ceja de vez en cuando. Pero al igual que digo esto, también afirmo que en general el maquillaje y efectos especiales están muy conseguidos. Así que cuando ambos se mezclan en pantalla se ve claramente qué es ordenador y qué no, sobre todo con el uso de la sangre, líquido del que De la Iglesia no escatima en ningún momento.

Venid, hermanas y hermanos

Vídeo

Creo que Treinta monedas no es una serie perfecta y se pueden tomar dos actitudes al verla: sentarse a intentar descubrir los fallos que tiene, lo cual no es excesivamente difícil; o dejarse llevar por su trama, sus misterios y sus personajes, en los que seguramente veas reflejados a algunos de tus conocidos, sobre todo los secundarios. Quizás no sea el mejor tratado sobre magia negra o el anticristo que haya dado la televisión o el cine, pero sí que presenta elementos interesantes al respecto, y deja conversaciones e ideas que son interesantes de escuchar y que pueden hacer pensar al espectador (sobre la que destaco una sobre el libre albedrío).

Si sois aficionados al cine de Alex de la Iglesia, corred a visualizar esta obra porque rezuma su estilo por todos los poros. Si os interesan los misterios, lo oculto y la cara oscura del cristianismo, os aseguro que no os faltará de nada durante la serie. Y si simplemente os hace gracia ver a un cura repartiendo puñetazos y empuñando un par de uzis, adelante, tomad asiento en esta iglesia.