El mundo de la realidad virtual va a abrir poco a poco el camino a nuevas experiencias de videojuegos. Las más interesantes van a ser las aventuras, en las que la interacción con el entorno van a marcar la gran diferencia con el resto de juegos que se han experimentado hasta ahora. Una manera de disfrutar los videojuegos más similar a la Wii, en el que lo importante es pasarlo muy bien con otra forma de interactuar.

Entre las primeras aventuras que están llegando a las HTC Vive y Oculus Rift está Fated: The Silent Oath. Se trata de una aventura que te pone en la piel de un nórdico en un mundo lleno de peligros, que ha regresado de entre los muertos a cambio de su voz gracias a realizar un pacto con una de las valquirias, para proteger a su familia del que parece el fin del mundo

Una realidad virtual primeriza

Al ser uno de los primeros juegos para la realidad virtual (será juego de lanzamiento para PlaySation VR), me gustaría centrarme más en cómo ha adaptado el juego esta nueva tecnología que en las propias mecánicas del juego, aunque en ambos casos el resultado no ha sido demasiado satisfactorio.

Fated ofrece diferentes escenas de juego, algunas en las que el personaje está estático y otras en las que tiene libertad para moverse. En estas primeras, más frecuentes hasta ahora en los juegos de realidad virtual, el juego ofrece una experiencia más o menos correcta, pero cuando comienzan las secuencias en las que hay que mover al personaje comienzan los problemas. El hecho de poder mover la cámara con los joystick del mando y con las propias gafas de realidad virtual es algo que entra en conflicto en mis hábitos como jugador y con mi cuerpo, ya que no puedo evitar usar el joystick para girar la cámara (como en la gran mayoría de juegos), y tener quieta la cabeza al estar en un entorno de realidad virtual, algo que a mi estómago no le ha sentado demasiado bien.

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Para evitar esto, sus desarrolladores han implementado otro modo de manejo de la cámara por el cual, cada toque a un lado al joystick en vez de producir un movimiento contínuo se moverá rápido hacia ese lado pero solo un ángulo determinado, de unos 30 grados, produciendo mucho menos mareo y siendo esta opción la mejor para disfrutar de los momentos en los que hay que mover al personaje. Aún así esta opción no me ha librado detener que realizar sesiones cortas de juego ya que ni mi cabeza ni mi estómago aguantaban más tiempo jugando.

Tampoco ayuda a la inmersión el hecho de hacer obligatorio el uso de un mando de consola para jugar, en mi caso no he tenido más remedio, pero se trata de un juego que parece diseñado para usar este tipo de mandos, por lo que no termino de entender que no permita la compatibilidad con mandos con reconocimiento de movimiento.

La tranquila vida vikinga

En el aspecto de realidad virtual el juego cumple por la mínima, y en lo que se refiere a su parte jugable tampoco destaca mucho más. El juego se desarrolla de forma muy lenta, casi queriendo que el jugador se deleite con los paisajes en vez de jugar propiamente dicho, algo que va un poco contra la tendencia actual en los videojuegos de ponerte a jugar nada más encender la consola. Tampoco esperéis un juego de acción (a pesar de estar protagonizado por un vikingo), ya que esta solo está presente en ciertas escenas del juego y no será muy frenética ni presentará demasiada dificultad.

Tampoco lo harán los pocos puzles que estarán presentes en el juego, los cuales se resuelven más por un breve ensayo y error que pensando. Por otro lado, si me ha resultado curioso la forma de interactuar con los personajes. Con la excusa de haber entregado la voz a cambio de la vida, el protagonista (a través del jugador), afirmará o negará con la cabeza en los momentos en los que haya que interactuar con alguien, algo que queda más como curiosidad que como elemento jugable.

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Gráficamente el juego me produce una dualidad. Los gráficos están bien, los paisajes son bonitos y en general estos cumplen. Sin embargo, su aspecto más cercano a los dibujos animados que a la realidad es algo que ha supuesto una pequeña barrera en la inmersión. No quiero decir con esto que todos los juegos de realidad virtual tengan que tener gráficos realistas, pero en ocasiones me ha costado tomarme en serio a los personajes. Todavía tengo pendiente descubir si es algo que solo me pasa con este juego o también me pasaría con otros con gráficos similares.

No todo es malo en Fated: The Silent Oath donde el juego más brilla es en su narrativa y en la forma de contar la historia, una muy bonita y emotiva por cierto, aunque su final no sea el mejor posible. La duración del juego, alrededor de dos horas, puede resultar corto para muchos, pero creo que se trata de una duración correcta para un juego de este estilo, sobre todo porque seguramente no quede más remedio que repartir el juego en varias sesiones debido a los mareos.

Los vikingos, mejor en la historia que en realidad virtual

Resumiendo, Fated: The Silent Oath no cumple demasiado como buen juego de realidad virtual, no al menos como el juego que querríais poner a vuestros amigos para enseñarles lo alucinante que es esta experiencia. Parece más bien un producto pensado para aprovechar el tirón inicial de esta tecnología, que para intentar mejorar lo que había hasta ahora.

Creo que unos meses más en el horno para mejorar la calidad, reducir los mareos o simplemente para poner subtítulos al juego (el cual está íntegramente en inglés sin subtítulos), le hubieran convertido en un mejor juego. Por lo pronto, habrá que seguir esperando a ese gran juego con el que alucinar con unas gafas de realidad virtual.

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