Nintendo es un fabricante de consolas que no suele venderlas a pérdidas como hacen Sony y Microsoft. Si lo hace, es con la expectativa de que la reducción de costes haga que en un breve espacio de tiempo consiga llevarle a obtener beneficios. La polémica del precio de la Switch 2 personalmente creo que está explicada sin problemas por la fuerte inflación de los últimos años, como ha ocurrido con toda la electrónica en general. Pero Nintendo ha tenido que salir a defender los 450 dólares de la Switch 2 frente a los 300 dólares de la Switch lanzada en 2017.
Con una simple calculadora de inflación, lo que costaba 300 dólares en 2017 ahora costaría 391 dólares. Así que el 61 % de la subida de precio queda explicada perfectamente por la inflación. El petróleo ha subido, los metales, los chips, las pantallas, la mano de obra, la electricidad. Es duro aceptarlo cuando los sueldos prácticamente no han subido desde 2017, pero es lo que tiene la inflación estructural, un invento relativamente moderno de cuando se abandonó el patrón oro en 1971. La inflación estructural tiene ciertos beneficios, pero no es por ello por lo que los Estados la adoptaron, sino porque les permite endeudarse sin límite para malgastarlo generalmente en chorradas, para enchufar a amigos, crear instituciones con las que perpetuarse en el poder y, en el caso de países como EUA, para hacer su política exterior a base de patrocinar guerras.
Nintendo dice que el resto es debido a la mejora de características de la Switch 2 frente al primer modelo. La adición de nueva tecnología, como los sensores de ratón a los Joy-Con 2, su rediseño desde cero, la pantalla sustancialmente mejor o el procesador mucho mejor que el actual, tienen un impacto en el precio final de la consola. O sea, supondría el 39 % restante de la subida de precio, o 59 dólares. Esto también afecta al precio de los juegos, que suben de 70 dólares a 80 dólares, aunque el precio de los juegos se ha mantenido muy estable en las últimas décadas por el aumento de las ventas con que amortizar los costes de desarrollo. Un juego de 1993 de la SNES costaba 60-70 dólares, pero los tiempos están cambiando y es más difícil amortizar los juegos por la sobrecarga de nuevos lanzamientos cada semana. Pero 80 dólares les va a picar a muchos, o 90 euros en la zona euro.
Vía: Ars Technica.