Estados Unidos, con Biden a la cabeza, llevó a cabo una estúpida campaña de prohibiciones a la venta de procesadores que pudieran usarse para desarrollar inteligencia artificial por sus fines armamentísticos, pero también de maquinaria de producción de chips y el acceso a las litografías punteras. Eso no ha servido de nada porque China ha seguido importando (casi) todas las aceleradoras que ha querido a través de los resquicios internacionales. La actitud de EUA ahora mismo no ha cambiado demasiado con Trump, pero saben que las sanciones no sirven de nada. Lo que al final produjeron esas sanciones fue que China limitara la exportación y uso por empresas extranjeras de tierras raras y otros elementos químicos y materiales derivados el pasado diciembre, y tras una ampliación de las tierras raras afectadas en febrero, ahora llega una tercera ronda.

Las nuevas tierras raras sujetas a limitaciones de exportación son el samario, escandio, dioprosio, gadolinio, terbio, itrio y lutecio. El problema, como siempre, es que lo de «raro» en «tierras raras» es que rara vez se encuentran en la naturaleza sin mezclar, siendo difícil y costoso separarlos del resto de elementos con los que están mezclados. Algunas tierras raras son mucho más abundantes que el aluminio u otros metales. Son procesos altamente tóxicos y dañinos para el medioambiente, por lo que su extracción y procesamiento no se hace en Occidente, sino principalmente en China, que maneja más del 70 % del comercio mundial de tierras raras.

Los elementos que en la práctica no se podrán exportar a partir de ahora, salvo a países amigos, se usan en todo tipo de dispositivos electrónicos: láseres, módulos de comunicaciones 5G, chips wifi, cabezales de discos duros, MRAM, diagnóstico por imagen, imanes, reactores nucleares, bombillas led… El impacto puede ser mayor en unos sectores que en otros, aunque la ronda inicial de restricciones ha duplicado el precio del germanio y antimonio, aunque del galio se ha normalizado con el transcurso del año.

Vía: Tom's Hardware.