La compra de Lucasfilm por parte de Disney tenía en mente el ordeñar una gallina de los huevos de oro que no estaba siendo totalmente aprovechada por George Lucas. Aunque los aficionados de Star Wars pedían más películas y contenido de calidad que girara en torno a una mítica saga, no ha sido hasta que ha tomado las riendas Disney que se han decidido a rellenar los huecos entre los tres episodios originales. Porque el episodio VII no entra dentro de "contenido de calidad".

Rogue One: una historia de Star Wars arroja luz sobre el momento en que la Rebelión está intentando demostrar a los componentes del Senado que el Emperador y su séquito están detrás de multitud de atrocidades que se están cometiendo en la galaxia. Lo harán con la obtención de las pruebas que demuestran que están construyendo un arma de destrucción planetaria...

Un reparto variopinto, pero mal aprovechado

Durante la producción de la película, entre la historia que se cuenta en la gran pantalla y la que quería contar su director, Gareth Edwards, hay diferencia. Los directivos de Disney tomaron las riendas de la producción para introducir más chascarrillos y hacerla menos oscura, aunque el destino final de los protagonistas es obvio, puesto que se embarcan en una auténtica misión suicida.

El villano de la película es Ben Mendelsohn, casi desconocido si no fuera porque ha sido protagonista de la serie Bloodline de Netflix encarnando al hermano malo de los Rayburn, y que se nota que este papel le queda grande. No consigue darle a su personaje un caracter propio, el imperial Krennic, y recurre a los clichés atemporales de los malos. Más que un gran científico maligno parece un idiota integral, del que no está muy claro cómo ha conseguido no morir antes a manos del Emperador.

El camión de dinero que tuvieron que poner delante de la casa de Forest Whitaker para hacer de Saw Gerrera debió ser grande. Su papel es el de líder de una facción escindida de la Alianza Rebelde, pero hace más de loco trastornado del que no se explicará mucha gente cómo consigue mantener cohesionada a su facción. Poco protagonismo y sobreactuado, aunque su historia está ya explorada dentro de la nueva franquicia de Star Wars.

Afortunadamente los protagonistas principales son otros, con Diego Luna haciendo el papel de capitán de la Rebelión, experto en misiones difíciles. Es un personaje sombrío, que no queda bien reflejado en la película, y con una escena forzada que intenta profundizar malamente en las motivaciones de su personaje, Cassian Andor. Felicity Jones, en el papel de la nosesabequees Jyn Erson, aparece de la nada después de introducirla de pequeña como la hija de su padre, para ayudar a hacerse con los planos de la Estrella de la Muerte, o no. Sus motivaciones y personalidad son cambiantes y erráticas. No tiene un trasfondo bien definido, pero es una auténtica machaca, como le gusta a Disney hoy día que sean todos sus personajes femeninos.

Me ha gustado especialmente el papel de Donnie Yen como Chirrut Îmwe, un estudiante de la Fuerza que es ciego, pero altamente entrenado en el combate. En el universo Star Wars no todo son jedis, ya que hay una miriada de sensibles a la Fuerza que pueden saber cómo tocar algunas de sus ventajas como las premoniciones o ser guiado en sus acciones por la Fuerza, como es el caso.

Mads Mikkelsen vuelve a ser una estrella desaprovechada, con poco tiempo en pantalla, y que ya le ocurrió en Doctor Extraño. Es un gran actor, pero en Rogue One: una historia de Star Wars no consigue aparentar que lo haya hecho por algo más que no sea el dinero. Pocas escenas, con un trasfondo de su personaje manido, y cogido con pinzas el por qué ayuda a crear la Estrella de la Muerte, porque no explica cómo se hace imprescindible para ello.

En general la película no profundiza en ninguno de los personajes, y de cara al espectador casual que no sepa nada del nuevo universo Star Wars creado por Disney es un problema. Es difícil que sientas simpatía hacia los personajes, y la falta de más chistes o situaciones cómicas, casi todas centradas en el robot que les acompañará en la película y no todas con gracia, lo evita. Incluso la trilogía original te metía en situación con los personajes mucho más rápido.

Como nota curiosa, Disney ha recurrido a la generación por computadora del moff Tarkin, interpretado en Una nueva esperanza por Peter Cushing. Se nota que es un personaje no real, pero se nota menos de lo que uno podría esperarse. El resultado es cuanto menos interesante, aunque le falta expresividad. Leia también aparece hecha por computadora, aunque muy brevemente como para valorarlo. Por contra, para otros personajes como Mothma y otros de los mandos de la Alianza Rebelde en el episodio IV, Disney optó por fichar actores que tuvieran un físico similar. El resultado es una buena recreación de la película original.

Un buen argumento, pero mal ejecutado

La película está llena de fallos de puesta en escena, y que quedan mal al espectador más veterano. En estos casos suelo decir que no es conveniente comparar el producto final de una película de 2016 con una de 1977 porque el espectador es mucho más maduro y hemos visto y vivido muchas más historias en el cine y la televisión. Ya es difícil sorprender, y por tanto se miran más los fallos de coherencia en las historias. Que quede claro que, bajo este punto de vista, hoy día tampoco pasaría mi corte el episodio IV, pero afortunadamente la vi siendo pequeño.

Rogue One tiene una buena cantidad de fallos de coherencia. Por poner un ejemplo, en el asalto a la base científica, el escuadrón Rebelde destruye toda la plataforma de aterrizaje de naves... menos la enorme nave del malo que es un objetivo muy fácil para los alas x. Tampoco se entiende que no estuvieran sobreaviso en la base, ya que parece que lo de los satélites de vigilancia y comunicaciones no se lleva en las películas de Star Wars de Disney. Puede llegar cualquier nave a la órbita de cualquier planeta, que en tierra nadie se va a dar cuenta. Los radares tampoco existen.

La batalla final peca de lo mismo. El Imperio tarda diez minutos en darse cuenta que la flota Rebelde no está ahí para ¿rendirse?, y el combate espacial tarda en ponerse en marcha. No se puede entender cómo el Imperio, soldados de élite y artilleros entrenados, no disponen de torretas con apuntado automático como las que diponemos en 2016. Quizás hace mucho, mucho tiempo no se les hubieran ocurrido este tipo de cosas.

Son muchos pequeños detalles que ya no se tienen en cuenta en la mayoría de series y películas, ya que están más interesados en terminarlas rápido y que sean visualmente atractivas. Rogue One es muy prolija en cuanto a efectos especiales, pero los detalles del guion y la trama también se deben cuidar. ¿Por qué Leia está en la batalla con la Tantive IV y no salta al hiperespacio directamente a Yavin IV? ¿Por qué la captura Vader en Tatooine, si dispone de un salto directo a la luna de Yavin? Carnaza para el debate.

Dejando a un lado los pequeños detalles, el arco argumental está bien establecido y la serie de catastróficas desdichas que se suceden en la historia están al menos bien enlazadas, aunque no siempre bien ejecutadas. Directivos de Disney de por medio. La trama al menos es interesante y no una copia de alguna de las películas anteriores de la serie como fue el episodio VII. En este caso no es una afrenta a la inteligencia del espectador.

La recreación del espíritu de Star Wars está bien conseguido, manteniendo la estética de la trilogía original. Incluso choca el ver gráficos de los 70 para representar la Estrella de la Muerte, pero un momento después tu mente lo ve como lo más normal del mundo porque esto es Star Wars. Incluso el ver el formato en que se guardan los planos de la Estrella de la Muerte parece sacado de los 70, pero es que es de donde se han inspirado para la recreación.

Mejor que el episodio 7, y eso ya es algo

Aunque el argumento ya estaba trazado a grandes rasgos en el universo Star Wars, el director ha mantenido a la perfección el aire gris y de final trágico que debía tener. Los toques de luz y color sobran en la película, sobre todo porque Star Wars, a diferencia de Star Trek, es un universo de oscuridad y bajos fondos. En lo que se embarcan es en una misión suicida, pero de las de verdad, no como la de Escuadrón Suicida en la que solo muere uno de ellos —una película para olvidar—. Los directivos de Disney han intentado darle un toque menos lóbrego, pero a la película no le sienta bien.

Las escenas de combate son las justas aunque no demasiado elaboradas, pero no es ese tipo de película porque se debe centrar en la extracción de los planos de la Estrella de la Muerte para hacérselos llegar a la Rebelión. En ese aspecto, y por motivos dramáticos, una serie de casualidades lleva a la muerte de todos los miembros del escuadrón roguán o rojuán. Lo pronuncian así en el doblaje, con lo poco que hubiera costado traducir rogue one al menos dentro de la película, por pícaro o bandido, sobre todo porque el nombre del resto de escuadrones sí están traducidos —rojo, oro y azul—. Es más una cuestión de coherencia, que hoy día se ha perdido.

Rogue One sirve para tener un poco más de fe en el episodio VIII que se estrenará a finales de 2017, y espero que Disney y su director, Rian Johnson, tomen buena nota de lo que quieren los fanes de una película de Star Wars. La ambientación está muy bien mantenida, y que aparezcan Vader o Leia es un subidón de adrenalina para muchos de ellos, pero lo que se pide son historias originales y, en la medida de lo posible, sin fallos de puesta en escena.