Durante este 2014 los amantes de la tecnología nos hemos sentido un poco defraudados en el terreno de los teléfonos inteligentes. Una evolución exponencial hasta 2013 desde que Apple presentara el iPhone en 2007 ha desembocado en un 2014 en el que los teléfonos han pegado un frenazo en el terreno de la innovación.

Las compañías han estado centradas en producir teléfonos más baratos, más asequibles, más accesibles en países en vías de desarrollo, pero realmente sin características que los hagan destacar sobre los demás. Hay contadas excepciones, pero nada que se pueda considerar revolucionario.

Ahora mismo la oferta de teléfonos inteligentes es muy amplia, y para el usuario medio hay muy pocas razones por las que gastarse más de 200 euros en un teléfono. La fotografía sería una de esas razones, pero debido a que pocos usuarios son fotógrafos profesionales, la calidad de fotos de un teléfono de 200 euros es aceptable para publicarla en Facebook, Instagram o guardarla como recuerdo, que es para lo que necesitan la mayoría una cámara.

En el terreno del hardware, las compañías se han pensado que las pantallas con resolución QHD (2560x1440 píxeles) con densidades de 550 ppp era la evolución necesaria. Los consumidores afortunadametne se dan cuenta que prefieren pantallas más comedidas y que las baterías les duren mucho más que una densidad de píxeles que no aporta por lo general absolutamente nada salvo un peor rendimiento y más consumo. En terminales como el Nexus 6, lo que aportan desgraciadamente es una calidad inferior del panel. Puro marketing que no ha servido de mucho salvo al LG G3 por su precio, lanzado a 500 euros y que actualmente se sitúa en torno a los 330 euros.

Pero se necesita una evolución de los teléfonos inteligentes en 2015. Las compañías deben evolucionarlos para justificar la separación entre gama alta y gama media y, aunque disguste a muchos mi comentario, las únicas que están haciendo algo al respecto son Apple y Samsung. Y no confundamos el hardware básico (pantalla, memoria, batería y cámara) a precios de ganga con verdadera innovación en los teléfonos. Además que parte de las "innovaciones" proceden de los fabricantes de componentes, como por ejemplo la carga rápida de los teléfonos con Snapdragon 801 y superiores, y no directamente de los fabricantes de teléfonos.

Apple añadió hace ya más de un año el primer procesador de 64 bits a sus dispositivos móviles. Estos procesadores aportan ventajas muy reales, sobre todo en terrenos como la encriptación y los videojuegos, pero también en el terreno de la seguridad del propio sistma operativo. Junto con el lector de huellas dactilares y el software correspondiente, Touch ID, mejora la experiencia de uso del terminal. Es una de esas cosas que hay que probarlas durante unas semanas para luego no poder vivir sin ello, y más con Apple Pay, muy diferente a Google Wallet y otros servicios de pago electrónico y que lo convierte en el referente del estado del arte de este campo.

Samsung también ha incluido lectores de huellas en sus dispositivos, pero debido a la forma de implementarlo (hay que deslizar el dedo en vez de ponerlo simplemente sobre el sensor, por lo que es muy proclive a fallar) no ha tenido una gran aceptación por parte de los usuarios del Galaxy S5 o Galaxy Note 4. Pero con un poco de evolución, sobre todo del software y hardware, puede ser una buena opción. Incluso ha comenzado a añadir lectores biométricos y resistencia a polvo y agua en sus buque insignia.

Pero como he dicho al principio, el resto de compañías se han limitado a mejorar el hardware básico que necesita todo teléfono para funcionar, sin ir un paso más allá. Ni siquiera lo han intentado. Por que desgraciadametne lo que manda es acaparar la mayor cuota de ventas de los recién llegados al terreno de los smartphones.. Al fin y al cabo son empresas, y como tales necesitan vender, y los beneficios están en la gama media y baja ya que este año se habrán vendido cerca de 1.500 millones de teléfonos inteligentes.

Por eso la gama alta se queda en arenas movedizas, y se necesita verdadera innnovación en los teléfonos inteligentes. Queremos una revolución. Baterías que duren una semana. Teléfonos que se recarguen poniéndolos al sol. Carga inalámbrica desde cinco metros de distancia. Proyectores holográficos. Algo. Cualquier cosa, y no meras mejoras del hardware existente que en muchos casos a los usuarios no proporcionan ventajas reales. ¿Se necesita un procesador Qualcomm Snapdragon 810 o el Apple A8 para alguien que sólo usa WhatsApp?

La gama alta Android en muchos casos ni siquiera aporta un diseño cuidado y mimado como el del iPhone 6, que es tradicionalmente un elemento diferenciador de la gama alta en cualquier sector. Para comprar un teléfono en plástico por 500 euros que no aporta ningún elemento diferenciador claro, los usuarios prefieren gastarse 200 euros.

Esto lleva a que compañías como Xiaomi, y Huawei copiando la estrategia de Xiaomi, hayan obtenido un éxito rotundo en 2014. Si no hay diferencias evidentes entre un teléfono de gama media y otro de gama alta para el usuario, optará por comprar un teléfono con mejor relación calidad-precio, incluso si eso significa no tener... ¿resistencia a polvo y agua? ¿Una cámara de alta calidad que, en manos de un inexperto, no sirve de nada? ¿Un diseño de 5 milímetros de grosor? ¿En aluminio?

Se necesita una evolución clara en las características de los smartphones en 2015, o volverá a ser un año de estancamiento en este terreno como lo ha sido 2014. Evolución no significa que tengan pantalla de más píxeles, si no características que los hagan mejores para nuestro día a día. El CES de la próxima semana va a ser el anticipo de lo que las empresas están preparando para 2015, pero por ahora no parece que vaya a haber evolución, sino más estancamiento.